viernes, 3 de abril de 2009

EL SISTEMA POLITICO QUE SE RESITE A MORIR

En el año de 1985 cursaba la preparatoria cuando comencé a participar en el Partido Acción Nacional en su campaña electoral correspondiente a ese año, y cuyo lema era más bien un deseo, una aspiración y no una realidad, el cual rezaba “Somos la nueva mayoría”.

En el México de aquel entonces que todavía no experimentaba la tragedia de los sismos del mes de septiembre de ese año, y que a la postre permitirán el surgimiento de una “Sociedad Civil” que se organizaba al margen de las consignas oficiales, ya existía un descontento generalizado con las injusticias tanto en el ámbito económico como en el social, y con los recurrentes fraudes electorales que desde el gobierno se instrumentaban para favorecer al Partido Revolucionario Institucional, con la falsificación de las actas de escrutinio entre el día de la elección y el día de su computo, las votaciones superiores al 100% de la lista de electores, las practicas bautizadas como operación carrusel, ratón loco, tamal, etc.

Desde entonces resultaba evidente la necesidad de transformar al sistema político mexicano, por ello, ya existía una expectativa generalizada de emprender una gran cruzada democratizadora que hiciera efectiva uno de los objetivos principales de la Revolución de 1910, el “Sufragio Efectivo”.

La Constitución promulgada en Querétaro en 1917 que remplazaba a la de 1857, se convierte en la base de sustento del nuevo sistema político mexicano que se conformaba una vez concluida la Revolución Mexicana, sin embargo, para 1985 ya había sido reformada más de 300 veces en 83 de sus 136 artículos, lo que ponía en evidencia lo desgatado que se encontraba el Sistema Político Mexicano y que las modificaciones se realizaban según el juicio personal del presidente en turno, en vez de que fuera la Constitución, la que estableciera las bases y principios de la convivencia nacional.

Desde aquel 1985 en que inicie mi militancia política, han trascurrido ya 24 años, más de la mitad de los que actualmente tengo, en otras palabras y redondeando cifras, el 59% de mi vida la he dedicado a tratar de contribuir en la edificación de un México más justo, libre y democrático.

Con satisfacción personal puedo afirmar que puse mis granos de arena para la alternancia política, la cual se logro en el año 2000 con el triunfo del Partido Acción Nacional y Vicente Fox en la presidencia de la República. De igual manera en el plano mundial, he tenido la oportunidad de ver la caída del imperio soviético y del muro de Berlín, el fin del apartheid en Sudafrica y de las dictaduras militares en América Latina (Salvo Cuba), y de la transformación China a un país mucho más libre, aunque aún totalitario. Pertenezco a la generación que ha pasado de la “Guerra Fría” al “Comercio Caliente” y ahorra al “Terrorismo Global”.

Sin embargo aún existe un gran pendiente, y es el establecimiento de un nuevo sistema político para México, que este sólidamente fundamentado en el Bien Común como valor supremo, cuyos tres pilares fundamentales son el principio de la solidaridad o justicia distributiva, el principio de la subsidiariedad y la libre determinación de los pueblos, es decir la auténtica democracia.

Para lograr lo anterior, no basta con triunfos electorales, se requiere de un decidido y profundo trabajo con la sociedad, que en palabras de Carlos Castillo Peraza, nos permita conquistar “la victoria cultural” de nuestro proyecto político y por ende, el establecimiento de un nuevo Congreso Constituyente, que elabore un nuevo proyecto de Constitución cuyo fundamento filosófico sea en los principios arriba mencionados, de lo contrario el peligro de una regresión autoritaria es latente, en virtud de que el viejo sistema político mexicano que se resiste a morir, y lo que es aún peor, se empeña por recobrar sus antiguos fueros.